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JONATAN ALZAMORA

Entrevista: Annemarie Gunkel

Fotografías: Miguel Palomino

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"El grupo Chintatá empezó como un espacio reflexivo, hablábamos sobre las cosas que pasaban en nuestro país, las minorías sociales, el uso de idiomas. Somos cusqueños, somos andinos, participamos de las fiestas, entendemos cómo funciona nuestra sociedad, pero muchas veces nos cuestionábamos cómo influía el hecho de que nosotros ya no hablábamos quechua.

 

Entonces, si nosotros hacíamos huayno y aprendíamos el quechua y cantábamos en quechua, ¿estábamos haciendo una especie de apropiación cultural? En los espacios andinos nos reconocen como occidentales y en los espacios occidentales como andinos.

 

De alguna forma estamos atrapados en el medio, enfrentando siempre el '¿somos o no somos?'. Sin embargo, también puede ser algo positivo, estamos en un punto de conexión, como un puente."

"Qué hace que el violín, un instrumento occidental, ahora suene tan andino, tan nuestro? ¿Es el instrumento o es quien lo toca?

Con Chintatá, nos encaminamos en una larga búsqueda de maestros, de música, de ir a fiestas patronales, de hacer registro sonoro, de seguirle los pasos al origen de los timbres, de los instrumentos. Conforme fuimos conociendo más, nos dimos cuenta qué había que aprender realmente para poder hacer música andina con autenticidad desde lo que somos nosotros.

 

Este fue justamente el viaje que nos hizo producir el disco ‘Teqsimuyu’. Teqsimuyu se puede referir al Universo pero también se refiere a esa energía circular, el punto donde uno vuelve al inicio pero siendo alguien distinto."

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"El quechua culturalmente ha sido discriminado, las personas han sido y son discriminadas por hablarlo. Estaba mal visto hablarlo, porque te remitía a un sector de la población que era bastante discriminado, pisoteado e invisibilizado, hasta hoy en día. Esta presión social, junto a todos los hechos históricos, hicieron que en muchas familias no se siga aprendiendo el quechua.

Nuestros mismos abuelos no les enseñaban quechua a nuestros padres.

 

El deseo de reaprenderlo nace de la necesidad, al menos para mí como cusqueño, de entenderme a mí mismo. A través de los códigos ocultos dentro del lenguaje puedo comprender, por ejemplo, lo que siento cuando voy a peregrinar a una montaña. Las palabras y el sonido del quechua conllevan y expresan toda una cultura. Volver a aprenderlo es entender de dónde vengo, es volver a las raíces."

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