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TANIA CASTRO

Entrevista: Annemarie Gunkel

Fotografías: Miguel Palomino

"En el Perú hay una herida que comenzó en el mil quinientos treinta y tantos y que hasta ahora nadie se atrevió a cerrar hasta la raíz.


El teatro y mi trabajo como educadora me dan la posibilidad de compartir mi verdadera búsqueda humana: retornar al presente lo que había estado velado para curarnos a profundidad. Si desconoces tus orígenes, tu historia, no sabes por qué te duelen algunas cosas.


Aún desde lo pequeñito, la desesperación se puede transformar en esperanza si el sentir, el pensar y el hacer son alineados en una misma dirección. Solo quien recuerda quién fue y acepta quién es, puede soñar con plenitud quién quiere ser."

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"'Warmikuna raymi' nace en el 2012, del deseo de un grupo de mujeres de entender para qué estábamos haciendo teatro y replantearnos también el para qué habíamos elegido esta vocación. Y dijimos que teníamos que hacernos cargo del camino de la sanación, responsabilizarnos por las heridas, aunque sea de manera simbólica.

 

Nos enfocamos en la mujer, porque creemos necesario curar la madre para curar las nuevas generaciones de hijos y nietos. Es un movimiento que une a las artistas escénicas en el deseo de buscar más allá del aplauso, un espacio de divulgación histórica para la memoria de este pueblo. El raymi, en término históricos, era una fiesta de celebración de todas las posibilidades humanas, la ciencia, el arte, la medicina, el rito, el juego, todo dándose la mano, para soñar con la plenitud humana."

"La ecumenicidad, lo diverso, lo mezclado, hace que sientas profundo a uno y a otro lado. Nuestro mestizaje no fue voluntario al inicio, varios nacieron de la sumisión violenta de mujeres indígenas. Sin embargo, en un acto de naturaleza humana, así como comprendías las lágrimas de tu madre y habías heredado esa leche adolorida, también como hijo, alguna parte de ti buscaba la reconciliación con tu padre. Entonces en ti estaba la posibilidad de que eso que fue dolor se convirtiera en semilla de un nuevo tiempo, de una nueva plenitud.

 

Los que aceptan la herida, la puedan mirar, la puedan lamer, la puedan curar y echarse a volar con nuevas alas. Tal vez no serán las alitas blanquitas de los ángeles rosados de las iglesias, sino más bien las de los arcángeles, con plumaje de guacamayo o plumas marrones de Huamancha.

 

Hay que aceptar la mezcla y honrarla, y si no fue grato nuestro origen, ahora podemos tomar conciencia de que nos toca sembrar cultura de paz."

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